¿Qué piensas cuando oyes la palabra “el holocausto?”  Si eres como la mayoría de la gente, simplemente piensas que es el evento en el cual los Nazis trataron de aniquilar a los judíos.  Pero, normalmente, no sientes mucho.  En el holocausto seis millones de judíos europeos murieron.  Como muchas personas, yo solía decir, sin emoción, que era la cosa más malvada hecha en la historia del ser humano.  Las dos terceras partes de una cultura fueron aniquiladas.  Hemos oído comentarios sobre el holocausto que eran terribles.  Los judíos solo eran el principio, los nazis tenían aún más grandes planes.  Los gitanos y luego los eslavos iban a ser los próximos.  Pero casi nunca nos mueven. 

No podemos sentir un número como seis millones.  Es demasiado grande para nuestra imaginación.  Claro es increíble pero no nos toca tan profundamente.  Es simplemente algo que pasó antes de que naciéramos.  Pero, hay una persona que hizo que nos lo pudiéramos sentir.  Que trajo el holocausto en una perspectiva que podemos entender.  Su nombre es Ana Frank.   

Ana Frank era una niña como muchas niñas judías en Alemania.  Nació en Alemania en 1929.  Si hubiera sobrevivido, hoy, tendría 89 años.  Tal vez todavía viviría.  Su familia incluía a su padre, Otto, a su madre, Edith, y a su hermana mayor por tres años, Margot.  Cuando Hitler llegó al poder en 1933, Otto se dio cuenta de que Alemania no era un país seguro para su familia y se mudó, con su familia, a Holanda donde pensaba que iban a estar más seguros.

En Holanda Ana era una niña feliz y popular.  Era extrovertida, chistosa, coqueta y curiosa.  Era una buena estudiante.  Tenía algunas buenas amigas y un interés fuerte en los chicos para su edad.  Claro, era precoz.  Es interesante porque puedes ver videos de entrevistas de sus amigas ahora.  Puedes ver el placer que tienen en describirla.  Claro, ella era bien querida.

Los Nazis invadieron Holanda en 1940, una violación de su neutralidad.  Pronto, empezaron a imponer restricciones contra los judíos.  Otto tuvo que encontrar a alguien para manejar su negocio porque a los judíos, no les permitían tener sus propios negocios.  Todos los judíos tenían que llevar estrellas amarillas todo el tiempo para identificarse.  Se veía lo que iba a pasar (La escritura estaba en la pared).

Poco después de llegar a Holanda, los nazis empezaron a detener a los judíos y enviarlos a los campos de concentración.  El 5 de Julio de 1942, Margot recibió un aviso.  Ella tenía que reportarse a un campo de labor en Alemania.   Otto decidió que tenía que hacer algo para proteger a su familia.  Nunca iba a permitir que su hija fuera a un campo en Alemania. 

Había un lugar en la fábrica donde pudieron esconderse.   Movieron los muebles y otras cosas que iban a necesitar.  Colocaran un estante enfrente de la entrada para esconderla.  Le llamaron a su lugar “el anexo secreto”.  Estaba en una parte de la fábrica donde nadie iba.  Tenía más o menos tres recámaras, un área común y un baño.   Había instalaciones sencillas para cocinar.  Cubrieron las ventanas así que nada de luz podía salir ni entrar.

El 6 de Julio de 1942, la familia Frank se despertó temprano en la mañana.  Caminaron juntos 2 millas en la lluvia a su escondite cada uno con solo una maleta.  Dejaron un rumor de que se fueron a Suiza para engañar a los que pudieran traicionarlos.  Se unieron allí, una semana más tarde, con otra familia, Los Van Pels; una pareja y su hijo, Peter, de más o menos la edad de Ana.  Un poco más tarde se unieron con otro hombre, un dentista.  Eran ocho en total.

Los ocho se quedaron en el anexo secreto más de dos años.  Ninguno de ellos salió de este lugar durante este período.  La fábrica todavía trabajaba.  Entonces no podían hacer un ruido durante el día, de lo contrario los trabajadores podían oírlos.  No podían usar el fregadero ni vaciar el inodoro tampoco.  Fue una vida muy restringida.

Trataron de hacer una vida tan normal como fuera posible.  Los tres niños seguían con sus estudios.  Ana estudiaba francés y soñaba con ir a Paris algún día.  Todo el mundo escuchaba la radio para oír las noticias sobre la guerra.   Celebraban cada éxito del ejército de los aliados.   Comían juntos, pero nunca había suficiente comida.  Todos los días tenían el miedo de ser encontrados.  Era una vida muy estresante y por eso no siempre se llevaban bien.  Claro, a veces las relaciones eran tensas.  Tenían que vivir unos encima de otros y siempre temía que los nazis iban a aparecer.

Dos ex empleados de Otto los cuidaban.  Les llevaban comida, a veces el correo y a veces un regalo.    Miep Gies era la principal persona que les cuidaba.  Un día le dio a Ana un diario en blanco.  Ana empezó a escribir.  Contó todo lo que pasaba en el anexo, lo bueno y lo malo.  Es por el diario que conocimos lo que pasaba en el anexo y que conocimos a Ana.  Puso su corazón y alma en sus escritos.  Habló sobre sus sueños de ser una escritora famosa, viajar por el mundo, y sobre su adoración del cuerpo femenino y su deseo de besar a una mujer.   Se atrevió a escribir lo que estaba en su corazón en una época de mucha represión.

Ana dijo, a pesar de todo lo que pasó, que todavía tenía fe en la humanidad y que creía que la gente básicamente era amable.  Cuando lees su diario puedes sentir su pasión por la vida, sus emociones, su deseo por su libertad y su fuerza. Puedes conocerla como una amiga, una hija y una hermana.

Durante esos dos años Ana celebró sus cumpleaños número 14 y 15.  Tuvo su primer beso.  Su primer período.    Luchaba contra las limitaciones que impusieron sus padres, especialmente su madre que era una mujer muy inhibida, al contrario de Ana.  Que importante fue este tiempo para ella.  Que lástima que tuvo que experimentarlo atrapada.

Es por eso que ella escribió tan abiertamente, tan vívidamente que podemos conocerla tan bien, que podemos sentir cómo se sentía ser una muchacha con un gran gusto para la vida estar atrapada y tener que vivir con miedo esos dos años.

Es por ella que podemos sentir el holocausto.

El 4 de julio de 1944, no sabemos cómo, pero los Nazis los encontraron. Los Nazis enviaron a todas las personas del anexo secreto a Auschwitz.  El campo de concentración más odiado, más mortal.  Ana y Margot estaban allí donde los nazis tomaron todas sus cosas y les afeitaron su pelo.  Tatuaron un número en su muñeca, su identidad por el resto de su vida.  Ana y Margot llevaban el uniforme de los prisioneros y trabajaban todo el día, todos los días.  Es imposible imaginar esta experiencia, esta eficiente máquina de humillación y exterminio.  Ya no eran ser humano.

Después de tres meses en Auschwitz las dos participaron en la marcha forzada a Bergen Belsen, otro campo de horror.  Una marcha de 800 kilómetros.  Estaban allí, casi desnudas, débiles de hambre, exhaustas y completamente cubiertas de piojos.  Luego, contrajeron la tifoidea y murieron dentro con dos días de diferencia.  Dos semanas más tarde, el ejército de los Estados unidos liberó el campo.  Perdieron su libertad por solo dos semanas.

La única persona de los ocho del anexo que sobrevivió fue Otto, el padre de Ana.  Todos los demás murieron en los campos.  Cuando Otto llegó a Ámsterdam, Miep le dio el diario de Ana.  Lo había salvado del anexo después del arresto.   Otto se mudó a Suiza donde vivió hasta su muerte natural en 1980.

Otto leyó el diario de su hija.  Leyó que Ana quería publicarlo después de la guerra.  Fue vacilante pero eventualmente decidió cumplir el ultimo sueño de su hija.  El diario fue publicado en 1947.  Ana lo escribió en holandés y fue un éxito instantáneo en Holanda.  Después de haber sido traducido al inglés, y luego a 67 idiomas en total, se hizo famoso por todo el mundo.  Treinta millones de copias han sido vendidas.

Todavía puedes ir a Ámsterdam para ver el anexo secreto.  Lo mantienen en la forma que era cuando la familia Frank se escondía allí.  Cada año, más de un millón de personas lo visitan.

Ana escribió en su diario “No quiero haber vivido en vano como la mayoría de la gente.  Quiero ser útil o llevar el placer a todo el mundo, aun a los que no he conocido.  Quiero seguir viviendo aun después de mi muerte.”  Claro, Ana cumplió su deseo. 

Ana es una voz de 6 millones.  Hay seis millones de otras historias como la suya.  Gracias Ana por ser la voz de estos seis millones.  Gracias por habernos permitido sentir.

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