Pedro se despertó temprano esa mañana.  Era su primer día de la secundaria y estaba un poco nervioso.  Se vistió, encontró una tortilla en la cocina y se fue hasta el camión.  Cuando llegó a la escuela ya había conseguido su horario y fue a su primera clase.  Aunque había estado emocionado con ese día, ya se sentía un poco decepcionado.  Sabía que algunos de sus compañeros no iban a asistir la secundaria y que ya habían encontrado trabajos.  Habían empezado sus vidas.  No es que los echara de menos, sino que Pedro sentía una responsabilidad de ganar dinero para su familia.  Sólo eran su mamá y él y sabía que su mamá prefería que trabajara.  Sentía esta presión, y quería ser un hombre, pero algo en su mente le dijo que debería quedarse fuera de las guarnecerías.  En ese entonces no podía explicar por qué, pero sabía que sería el fin de su vida como la conocía y que terminaría como muchos de los adultos que trabajaban con piel: pobres, cansados y manchados.

Pedro fue a sus clases.  Parecían un poco más interesantes que las de los años pasados.  Casi nunca tomaba sus estudios en serio, pero hacía lo que necesitaba hacer.  Aunque entendía todo de lo que le enseñaban, era un estudiante sólo un poco mejor que el promedio, casi nunca sobresalió.  Decidió que iba a estudiar más duro ese año, una decisión que había tomado muchos de los años pasados.

Después de las clases los chicos estaban merodeando en la esquina como hacían todos los días.  Pedro decidió unirse a ellos ese día, tal vez iba a ser más social este año también.  Estaban en el periodo incomodo entre la niñez y la edad adulta.  Todavía no tenían que preocuparse sobre el futuro, pero ese año estaban conscientes de que iba a llegar.  Entre muchos otros comentarios del día, Fernando anunció que su hermano mayor recibió una beca y había ido a la UNAM.  No era un evento raro en León, pero entre los hijos de los guarnicioneros no era común.  Pedro recuerda la reacción de Javier, “Oh, ahora puede vivir en una ciudad que no le gusta, estudiar un tema que no le gusta para obtener un trabajo que no le gusta y trabajar para un cabrón por el resto de su vida.”  Claro, los chicos se rieron.  Javier era un muchacho admirado por sus pares.  Pedro no se rio.  Su comentario le dio una sensación incómoda de vacío en el estómago.  Tal vez Pedro se mantendría a si mismo ese año.

En camino hasta su casa Pedro vio una botella de champú en el piso cerca de la banqueta enfrente de la farmacia local.  La recogió y se la dio al dueño, Carlos. Carlos le aventó una chocolatina a cambio, una recompensa grande para un acto tan inconsecuente.  Pedro había visto a Carlos muchas veces y claro había comprado cosas de él en su farmacia, pero nunca se habían hablado.  “¿Qué haces chico?” preguntó Carlos y sin esperar la respuesta dijo “Tengo un proyecto, ¿quieres ganar un poco de lana?”  “Claro que si” anunció Pedro, emocionado con la idea de ganar dinero.

Así comenzó su acuerdo.  A lo largo de los próximos años cuando Carlos tenía una tarea, reclutaba a Pedro.  Le pagaba informalmente, en efectivo y claro no mucho.  Pedro se mantenía en la vista de Carlos en caso de que hubiera una tarea.  Valoraba su relación, aunque no hablaban mucho. Pedro hubiera estado devastado si hubiera visto a otro chico trabajando con Carlos.  Pero nunca pasó.  Pedro más tarde diría que no tuvo influencias durante su juventud.  Pero, aunque no lo admitió, de vez en cuando pensaba en Carlos, tal vez el único adulto que lo reconoció en León. 

En camino hasta su departamento Pedro vio un grupo de compañeros jugando fútbol en el parque.  A Pedro, le gustaban los deportes, jugaba futbol con sus amigos, pero no era un deportista.  Digo amigos, pero, ¿tenía amigos?  Jugaba con otros chicos, pero no es apropiado llamarles amigos.  Uno habla, ríe, confía en amigos.  No, Pedro se guardaba para sí mismo.  Nadie lo conocía bien, ni siquiera su mamá.

Pedro fue a su departamento donde vivía con su mamá.  Nunca conoció a su padre quien lo abandonó cuando Pedro era bebé, antes de que pudiera caminar.  Pero esa noche estaba orgulloso de tener un poco de dinero y haber terminado su primer día de la secundaria.  Comió un poco e hizo su tarea disfrutando la soledad que a veces casi no podía aguantar.

Fue a su habitación y estaba en su cama escuchando la radio.  Pensó en las palabras de Javier.  Nunca lo tomó en serio pero su comentario lo impactó.  Se enfrentaba a una pena de muerte trabajando en las guarnicionerías toda su vida y ahora no estaba seguro que hubiera otro camino.  Se preguntaba si era el único chico que temía sobre su futuro. El hermano mayor de Fernando no era excepcional.  Pedro lo conocía.  No era un chico especial.  Sus padres eran guarnicioneros también.  Pedro sabía que era más capaz que él, aunque no había ninguna evidencia de eso.  Fue la primera vez que pensó en ir a la UNAM.  Si ese chico puede, Pedro puede.  Decidió que un día iba a averiguar los requisitos para obtener una beca.

Oyó a su mamá llegar a casa después de un día largo en su trabajo y después de, quién sabe.  Podía oírla calentar su quesadilla y tomar la botella desde el gabinete.  Fue directamente a su habitación.  Pedro no la vería esa noche.  Quería verla y decirle lo que pasó, pero sabía que estaría decepcionado.  El alcohol era el único alivio para ella.  Amaba a su único hijo, pero ya no tenía la energía para él.  Era un buen hijo.  No necesitaba mucha atención. 

No, Pedro estaba solo.

Como muchos chicos, Pedro tenía una fantasía de ir a los Estados Unidos.  Conocía a hombres, aun chicos, que fueron.  Algunos dicen que habían ganado mucho dinero, otros dicen que no valía la pena.  Nunca sonaba como algo permanente, una aventura sí, pero no era un cambio de vida.  Pedro no estaba buscando una fantasía.  Las realidades eran suficientes.  Se quedaría en una fantasía.

Una vida en el DF, estudiando, trabajando allí tenía que ser mejor.  Claro, Pedro no podía aceptar que tenía una atracción por el DF.  Solo lo había visitado dos veces en su vida en excursiones de la escuela.  No podía explicar la emoción de esa ciudad.  Solo sabía que era donde quería estar.

***

Cinco años más tarde, Pedro estaba andando en autobús en el DF.  Los días en la secundaria ya parecían distantes.  Pedro casi no podía recordar los pasos que tomó para llegar aquí en el DF y ser un estudiante en la UNAM.  Simplemente seguía haciendo el próximo paso y lo que había parecido imposible, ahora parecía fácil.  Cuando recibió su beca, no sabía cómo sentirse, se volvió más nervioso que feliz.  El día que se fue, su mamá no podía despertarse y sus amigos no estaban allí.  Pero no le importaba a Pedro, sólo lamentó que no se despidió de Carlos, pero era un sentimiento fugaz.  Sólo veía adelante. 

Ya había terminado un año de sus estudios y necesitaba un trabajo.  Tenía su beca, pero si querría comer, necesitaría más dinero.    Este día Pedro tuvo una entrevista para un trabajo en el cuarto del correo de un despacho de abogados.  La semana anterior había hablado con un consejero de la UNAM que le sugirió que llamara a la oficina.  Había ido a otras entrevistas ese año y nada había resultado en un trabajo.   

Pedro estaba sudando profusamente cuando llegó a la oficina de Suarez y Cabaleiro.  No se sentía cómodo en este ambiente profesional y perfectamente limpio.  Aun se volvió consciente de que su pelo y su ropa era diferente a la de los demás.  Vi abajo a la ropa que justo compró en un mercado de pulgas.  Apenas podía hablar con la recepcionista, pero lo hizo. 

En la oficina del director de recursos humanos, Natalia Sariñana, nada le parecía real. Era como si estuviera en un sueño y pronto se despertaría.  Responder a las preguntas fue fácil, sabía como sonar bien, pero no podía dejar de sentirse innatural.  Natalia era amable pero mucho más formal de lo que Pedro estaba acostumbrado.  Podía oler su perfume y notó que tenía una pluma con joyas y que sus uñas estaban perfectamente cuidadas.  Nunca había conocido a una mujer así, segura de si mismo, vestida profesionalmente, labios perfectamente pintados en rojo valiente.  Claro Pedro era más grande que ella, pero se sentía pequeño en la silla delante de su escritorio.

A pesar de que era una escena surreal, la entrevista estaba yendo bien.  Pedro dejó claro que era fiable, serio y que trabajaría duro.   Era fácil porque era la verdad.  Era obvio que sería servil, algo de que no estaba orgulloso.  De repente un hombre apareció en la oficina después de un toque rápido de la puerta.  En sólo dos zancadas estaba enfrente del escritorio, le dio algunos papeles con instrucciones verbales a Natalia en lo que pareció un instante.  Instintivamente Pedro se levantó, no pudo dejar de mirar al hombre quien llenó la oficina con su personalidad.  Después de dar sus instrucciones a Natalia, el hombre se volteó hacia Pedro y le empujó su mano diciendo, “¿y quien tenemos aquí?”  Pedro le dio su mano y le respondió “Soy Pedro Herrera, mucho gusto Señor.”  “¿Y de dónde eres?” echó el Señor, “Vivo aquí en la ciudad” y luego, añadió casi corrigiéndose “soy de León, pero soy estudiante en la UNAM.” 

Pedro se volvió muy consciente de su ropa limpia pero desgastada y de sus rasgos indígenas contra este hombre vestido en un traje caro con pelo perfecto.  Pero al mismo tiempo la confianza de este hombre hizo que Pedro se sintiera más seguro.  “¿Un estudiante, y que quiere hacer con su vida?”  preguntó rápidamente el hombre con una sonrisa amplia y segura.    “Quiero ser un abogado” respondió Pedro sin pensar.  De hecho, no sabía lo que quería ser, pero creyó que sonaría bien en una oficina de abogados.  “Bueno, no le pregunté que quería ser, le pregunté qué quieres hacer, los abogados hacen diferentes cosas, pero tiene tiempo, no tiene que decidir ahora.”  Pedro iba a responder para corregir su respuesta, pero el hombre no le dio tiempo.  Se fue tan rápido como entró.

Entonces, Pedro tomó la decisión de hacerse abogado así.  Creyó que era una decisión fácil mientras regresaba a su departamento.  Decidió que sonaba bien, ser abogado, entonces era una decisión final.  Nunca dudaría de su decisión, simplemente seguiría adelante. Además, sonaba bien de ser vestido con un traje de negocios, zapatos nuevos y llevar un maletín nuevamente hecho en León.  Sentía como si un peso hubiera sido levantado de sus hombros.

Uno ya podía ver una diferencia en Pedro.  Antes, era una persona que simplemente seguía las reglas.  Hacía su tarea, se quedaba fuera de problemas.  Sí, logró una beca, pero solo tomaba cada paso como llegaba.  No estaba seguro de su puesto en esta tierra extranjera.  No había tenido ninguna idea de lo que iba a hacer con su vida, no había una gran estrategia, pero más y más sentía un hombre con un plan, una misión.  Pedro estaba decidido que iba a sobrevivir en el DF, en la UNAM, sin León, sin familia.

Cuando recibió la oferta de trabajo no le sorprendió, posiblemente porque no sabía lo que debería esperar.  Pero estaba listo.  Su primer día Pedro estaba nervioso, pero al mismo tiempo sentía que todo estaba en su lugar correcto, que las cosas estaban yendo bien.  Tenía un trabajo y tenía un objetivo: hacerse abogado.    Decidió que iba a esforzarse aun más duro, mantener su cabeza baja y dedicar los próximos años al trabajo.  Era su fórmula para el éxito. 

Su trabajo en la firma era entregar el correo.  Aunque todo el mundo tenía correo electrónico todavía había correo y documentos que tenían que ser entregados.  Cada día de la semana llegaba temprano en la mañana y recogía el correo e iba en su ronda.  Era un trabajo sin retos, pero Pedro llegó a disfrutar el ambiente de la oficina; limpio, brillante, educado y profesional, totalmente diferente de su vida en León.  Era como si estuviera caminando en la luna. Vestía tan bien como podía, pero Pedro sabía bien que era una diferencia entre él y los demás, los profesionales, aunque nunca aceptaría que eran mejores. 

Su jefe inmediato, Horacio, era suficientemente amable.  Tenía más o menos 60 años y era una persona sin educación, pero mantenía su trabajo bien y era eficiente, aunque sobre subordinado a los profesionales.  Pedo no veía este hombre como un ejemplo a seguir.   Era una persona que simplemente aceptaba su posición.  Pedro odia esta actitud, tal vez porque temía comportarse así también.  Más y más Pedro veía su vida como una lucha.  Tenía que luchar contra el papel que la vida le había dado.  Cada día era una competencia de cuanto puede lograr.   

Su ruta en la oficina era normalmente sin incidentes.  Iba de escritorio a escritorio para entregar sus documentos.  Había personas que decían “gracias” y había más que no reconocían su existencia.  Entonces en un día Pedro normalmente decía “de nada” cinco veces y nada más allá de las cortesías aue le decía a Horacio.  No le importaba a Pedro.  No estaba allí para hacer relaciones con nadie.  Solo quería trabajar y recoger su sueldo. 

Pero un día entregó a María su correo.  María había dicho gracias con una sonrisa cada vez anterior.  Sí, Pedro había notado que Maria tenía más o menos su edad y, si, era bonita pero no era una persona especial, simplemente otra persona en la oficina.  Después de dejar su correo en su bandeja de entrada, Pedro oyó un fuerte y brillante “Buenos días Pedro, ¿cómo estás?”  Un poco sobresaltado, Pedro masculló “estoy bien, gracias” en respuesta casi sin mirar la fuente de la intrusión y empezó a seguir en su ronda.  Pero luego oyó “¿Vas a hablar conmigo algún día, Pedro?”  ¿Qué está pasando? se preguntó Pedro, nadie aquí habla conmigo y hoy estoy siendo atacado.  “oh, si puedo, pero no quiero molestarle, lo siento” dijo Pedro sin saber por qué sentía la necesidad de disculparse.  “Oh, te perdono Pedro, dijo Maria sarcásticamente, “pero por favor háblame de tu, tenemos la misma edad” Maria añadió naturalmente con una sonrisa bonita.   “Oh si, lo siento” respondió Pedro inmediatamente lamentándose decir “lo siento” otra vez.  “Está bien, gracias por el correo” dijo Maria.  “De nada” dijo Pedro mientras se escapaba.

Pedro estaba aliviado de haber escapado.  Si, era una muchacha bonita y aparentemente amable, pero su plan no incluía una amiga, mucho menos una novia. No, sería mejor evitarla.

Esa noche Pedro llegó a su casa.  Había alquilado una habitación en una casa con otros cinco estudiantes.  Tuvo que pasar por el cuarto común para entrar a su habitación.  Saludó a los tres que estaban relajándose allí.  Uno le dijo “Pedro ¿cómo estás?, no te he visto en mucho tiempo, siéntate, toma una cerveza con nosotros.”  Pedro, con una sonrisa forzada le dijo que tenía demasiada tarea y se fue sin vacilar a su habitación.  Cerró la puerta y saltó sobre su cama.  Mucho había pasado ese día y necesitaba descansar.

Obviamente, Pedro no tenía una vida social, pero era de su propia creación.  Llevó su desconfianza de otros con él de León.  No tenía amigos y en su mente era mejor.  No tenía tiempo y de todos modos se meterían en su vida sólo para echarla a perder.  No, una vida solitaria era mejor.  Pero si le hubieras preguntado, ¿Por qué vives solo, porque no quieres amigos?, Pedro no hubiera podido responder.  Simplemente se había convencido que era mejor quedarse solo. Empezó a pensar en su interacción breve con Maria, pero empujo este pensamiento de su mente y volvió a su tarea.  Si iba a hacerse abogado, tendría que estudiar duro.  Hizo un voto para trabajar más fuerte.

Después de que obtuvo su trabajo las cosas no eran fáciles para Pedro.  Si, tenia suficiente dinero para sus necesidades y nada más por cierto, pero tuvo que despertarse temprano en la mañana, ir a la oficina, entregar el correo, ir rápidamente a sus clases y luego estudiar hasta tarde en la noche.  Sus estudios no vinieron a él naturalmente.  Simplemente no era fácil estudiar y entender todo.  Tenía que esforzarse cada día.    No sabía lo que lo hizo seguir.  Tal vez tenía que ver con el pensamiento de regresar a León.  No podía imaginar regresar a su vida allí, vivir con su mamá otra vez, encontrar un trabajo.  No, León era lejos.  No hubo un regreso.

Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses.   Pedro seguía yendo a sus clases y trabajando.  Estaba progresando en sus estudios, aunque parecía cómo un flujo interminable de trabajo.  Pero valía la sencillez y el orden de su vida.  Una mañana en la oficina donde podía observar clandestinamente los que pertenecían allí y una tarde en la UNAM donde podía ver a los otros estudiantes y sus vidas cómodas.  Pasaba sus fines de semanas estudiando en su habitación, sólo a veces tomaba un paseo fuera.

De hecho, Pedro no podía entender porque cada día parecía mas duro que el anterior.  Con cada día podía ver que tenía la habilidad de tener éxito.  Había terminado la mayoría de los cursos más exigentes y había encontrado un trabajo tolerable entonces tenía suficiente dinero.  Si, claro tenía que preocuparse sobre tomar el LSAT y ser aceptado en la facultad de derecho, pero tenía tiempo para hacer su estrategia.  Todo iba bien.  No pudo imaginar nada mejor, pero todavía cada día era difícil.

Un día Pedro estaba andando por el campus, hasta su departamento, casi en un nuble de otro día largo cuando oyó una voz femenina gritando desde la distancia “Pedro, oye, Pedro.”  Claro, debe ser para otro Pedro, pensó y entonces no volteó.   Pero los gritos persistieron y se convirtieron mas fuerte.  Tuvo que voltear ahora, pero lo hizo en una manera sutil para que nadie pensara que estaba respondiendo a los gritos.  Después de voltear, vio a Maria, saludándole con la mano enérgicamente sin ninguna evidencia de inhibición.  Se acercó a Pedro directamente y se paró enfrente de él, mucho más cerca que estaba cómodo para Pedro.

Pedro había pasado los últimos meses evitando a Maria.  Claro ella estaba en una misión interrumpir su vida y exponerla a todo.  ¿Por qué? Pedro no sabía para nada, pero no iba a dejar que ella cambiara nada.  Estaba decidido.  “Pedro ¿cómo estás?, creí que eras tú, puedo reconocerte en cualquier lugar.”  Pedro, mas de un poco aturdido, murmulló “si, soy yo.”  Maria, llevando una mochila aparentemente llena de libros, se rio casualmente y dijo, “No te diste cuenta que soy estudiante aquí también” no era una pregunta sino una declaración.  “Bueno es porque siempre me evitas” añadió rápidamente todavía sonriendo. 

Pedro estaba confundido con esto.  Se dio cuenta que esta chica sabía que le evitaba, pero no le importaba y aparentemente no le molestaba para nada.  Ella iba a ignorarlo totalmente y seguir adelante.   Esta chica era una fuerza.

Pedro empezó a desarrollar su estrategia para escaparse en su mente, pero Maria siguió interrumpiéndole, “¿Qué estudias?  “¿Dónde vives?” etc.  Pedro respondía con tan pocas palabras que posible pensando que ella iba a dejar que se fuera pronto.  Pero, de hecho, la única cosa en que Pedro podía pensar era que Maria era aún más guapa fuera de la oficina en ropa casual y sin maquillaje.  Su belleza casi lo hipnotizó.

Luego vino la pregunta “¿Qué haces, porque no vayamos por un café?”  Bueno, no era una pregunta sino una invasión para Pedro.  No había ninguna manera que Pedro iba a ir a un café y empezó a ofrecer su excusa, “Si, gracias, pero tengo mucho trabajo y…”  “Por favor Pedro” interrumpió Maria con su sonrisa brillante, “sólo es una taza de café, ¡vámonos!”  Ella empezó a caminar y era como si hubiera un imán jalando Pedro a rastras.  Esta chica es innegable pensé Pedro quien iba a insistir que tenía demasiado trabajo.  Pero vaciló. 

En ese momento de vacilación pudo ver que Maria nunca iba a aceptar una respuesta negativa y que, a Pedro, le gustaba, de hecho, totalmente le gustaba.  Miró en sus ojos y solo pudo ver inocencia, inocencia completa.  No tenía motivo encubierto, solo quería hablar, solo quería conocerlo.  Entonces, se rindió.  Había evitado exitosamente esta chica por un tiempo largo, pero ahora estaba completamente indefenso.  Se rindió completamente. 

Fueron a tomar un café.  Maria quería saber todo de pedro y Pedro le dijo todo.  Pedro nunca había hablado con nadie así.  Era natural, conmovedor y íntimo.  Pedro lo recordaría por el resto de su vida.

***

Yo podría seguir contando la historia de Pedro.  Claro, se hizo abogado.  Posiblemente se hiciera juez. Quizá Pedro y Maria se casaran y tuvieran tres hijos hermosos o tal vez se quedaran amigos y empezaran su propia firma de abogados.  Es posible que Pedro regresara a León, se reuniera con su mamá y la salvara de sus problemas y que ella nunca tomara otra gota de alcohol.  Quién sabe.

Pero no es importante lo que pasó con Pedro porque ya sabemos que es exitoso.  Ya sabemos que desafío todas las probabilidades.  Ya sabemos que es una persona especial, que no tenía ninguna ventaja, pero superó todo, que tenía miedo, pero tenía más valor.  Si, tenía un poco de ayuda, claro Maria es una persona especial en su propio derecho también, pero era el que se despertaba, trabajaba, se esforzaba cada día.  Quizá suena fácil, pero nunca es. 

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