La mujer montía el espinazo del vagón que serpentía a través los paises muy peligrosos al norte hacia un nuevo país con la esperanza de seguridad. Era una larga travesía tan arriesgado para la mujer y su hija. Ahora, la immigrante reptaba de cara suelo por la arena y cruzó la frontera bajo el alambre de espino. Era pegajosa con miel sobre toda su cuerpo y tenía arenilla etre sus dientes y dentro sus ojos. Un ejercito de hormigas seguía su camina con una canción muy triunfante de una sección de vientos. Cada trompeta tenía dos mil insectos marchando a la cadencia de Éxodo por Wojciech Kilar. Como un sombrero la mujer vestía en su cabeza un nito de abejas. Las rasguños de su piel había hecho a llorar a la mujer legrimas de leche que mexclaba con su sangre. Cuando ella finalmente logró cruzar la frontera su cuerpo y el de su niña hubo desaparecido completamente salvo que sus gritos y llantos que eran perder por el soplido del viento.

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