Fue una mañana del invierno igual a muchos días.  Había nevado los dos días previos y había una frazada de nieve blanca y pura sobre todo.  Hacia frio, pero el aire estaba tranquilo.  El cielo estaba claro.  Había acabado de amanecer y los rayos del sol se extendía por los arboles desnudos.  Se puede ver diamantes en la nieve por los rayos.

Raúl dormía bien, con una respiración profunda y firme.  Acababa de terminar un semestre de sus estudios y ese día fue el primer por mucho tiempo en que no tenía nada hacer.  No tenía ningún plan.  Pero, más temprano de lo que esperaba, se despertó con un susto.  No había una causa, pues, tal vez vino de un sueño inquietante, pero no recordó nada.  Sentía caliente bajo sus muchas cobijas, pero sabía qué hacía frio en su departamento.   Tenía pavor a levantarse y sentir el frio, pero tenía esperanza por ese día.  Tal vez su suerte cambiaria. 

Se levantó todavía cubierto por una cobija.    Recogió su café del día antes y tomó un sorbo.  Obviamente era frio y pasado, pero le gustó el sabor, y, pues, no tenía otras opciones.  Caminó hasta la ventana para ver el día.   Vio los rayos del sol, el cielo claro y azul y la nieve, casi perfecto en su blancura.  Pero luego, vio las huellas.  Eran pequeñas, claramente de una mujer.  Fueron en una dirección, desde la puerta principal, por la acera, y luego por la calle.  Estuvo de pie en un trance.  No quería creer lo que estaba viendo.  Pero la evidencia era clara.  No había duda en su mente sobre lo que había pasado.  Pero no quería aceptarlo fácilmente.  Buscó señales de vacilación, tal vez ella tomó una última mirada hacia atrás.  Tal vez podía ver evidencia de sus emociones, un poco arrepentimiento, quizás una lagrima.  No, las huellas tenían propósito.  No había ninguna evidencia de duda.  Cada zancada estaba fuerte y larga.  Claro, su suerte había cambiado.

Las huellas explicaron todo.  Raúl sabía perfectamente lo que significaban.  Lo aceptó completamente.  No iba a llorar.  No iba a compadecerse a sí mismo.  Tomó otro sorbo de su café, esta vez solo podía percibir lo amargo.  Lo dejó, se alejó de la ventana y decidió prepararse para su día libre.  Estaba listo para ver lo que ese día iba a traer.  Sabia bien que las huellas pronto desaparecerían.  

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