Mahoma tenía un hijo adoptivo cuyo nombre era Zayd. Zayd estaba casado con una mujer muy bella llamada Zaynab bin Jash. Un día Mahoma fue a visitar a Zayd y como éste no se encontraba en casa fue recibido por Zaynab, que abrió la puerta estando casi desnuda. Mahoma quedó prendado de la belleza de Zaynab. Cuando Zayd se enteró de ello le preguntó a Mahoma si debía divorciarse de Zaynab para que Mahoma pudiera tomarla por esposa. Al principio Mahoma se rehusó, pero al fin y al cabo Zayb terminó divorciándose de Zaynab por motivos poco claros. Posteriormente, Mahoma recibió una “revelación” contenida en el capítulo treinta y tres del Corán, versículo treinta y siete. Según esta revelación, Mahoma debía casarse con Zaynab para enseñar a los musulmanes que no era pecado casarse con las ex- esposas de sus hijos adoptivos. Lo ridículo de esta revelación es que poco tiempo después Mahoma recibió una revelación según la cual la adopción no está permitida en el Islam. ¿Cuál era entonces el objeto del matrimonio entre Mahoma y Zaynab? Satisfacer los deseos carnales de Mahoma, por supuesto. Con respecto a la Biblia, el capítulo treinta y uno del libro de Números no hace referencia a esclavas sexuales. Moisés sólo permitió que siguieran con vida las mujeres vírgenes porque las mujeres de esa nación habían seducido a los israelitas en rituales sexuales ofrecidos a ídolos paganos. El objetivo de estas mujeres era inducir a los israelitas a que fornicaran y cometieran idolatría, ya que sabían que esto llevaría a que el Dios de Israel los castigase. Por ello Moisés sólo permitió que quedaran con vida las mujeres vírgenes, que eran las únicas que con seguridad no habían inducido a los israelitas a pecar. Esto se encuentra explicado en el capítulo veinticinco del libro de Números. Con respecto a las guerras libradas en el Viejo Testamento durante la conquista de la tierra prometida, estas guerras fueron ordenadas no por un profeta sino por Dios, quien realizó muchísimos milagros para que todo Israel supiera con certeza que era Dios mismo quien había ordenado que se llevaran a cabo estas guerras. Por el contrario, la palabra de Mahoma no fue confirmada por milagros. Esto no se condice con el carácter de Dios ni con su manera de actuar. Por ende, es evidente que Mahoma no hablaba en nombre de Dios. Además, las guerras contenidas en el Viejo Testamento estaban circunscritas a un determinado tiempo y lugar, mientras que las guerras que ordenó Mahoma se deben llevar a cabo en todo el mundo y hasta el fin del mundo.