El guerrero joven se deslizaba por el bosque en silencio.  Sus ojos, profundos y oscuros, escaneaban todos sus alrededores, no había un movimiento que escaparía su vista.   Aunque nunca miraba bajo, tomaba cada paso sin hacer un sonido, sin romper una rama o aplastar una hoja.  El perro, su cuerpo magro pero fuerte, seguía su maestro, también consciente de todo en el bosque, respirando por su nariz, capaz de detectar cualquier presa sin verla.  Los dos se movían como uno, cada uno con su papel.  Nacieron para hacer lo que hacían, para estar juntos en este bosque denso y primitivo, casando juntos su comida esencial.

Tanka era alto con músculos largos.  Era más grácil que fuerte, pero su fuerza desarrollaría.  Se vestía en la manera de los guerreros jóvenes de su tribu.  Pintaba su frente negro.  Se afeitaba una mitad de su cabeza y dejaba que el cabello del otro lado se extendiera largo más allá de sus hombros.   Llevaba puestos sólo un taparrabo y mocasín.  Una aljaba estaba atada a través de su espalda.  En su cinturón, había su cuchillo.  Colgando de su cabello había tres plumas, cada uno representando un guerrero de otra tribu que mató en una incursión.  En sus manos, siempre listos, había su arco y flecha.

En seguida el perro se congeló y hizo un suave pero urgente gruñido, sólo perceptible a Tanka.  Tanka paró también, tan rápido que pareció simultáneamente.  Sabia que el perro olió presa.    Miró alrededor, especialmente en la dirección en que el perro se estaba enfocado.  Tomó dos pasos y luego vio la trasera de un ciervo.  Tomó dos pasos más para una vista directa al hombro.  Revisó el área para cría y sin evidencia levantó su arco, con su siempre lista flecha, lo empujo, lo apuntó al ciervo y dejó que volara hasta su prisa, todo tranquilo y en silencio completo.  Los dos oyeron el ruido sordo cuando la flecha golpeo el ciervo precisamente detrás del hombro. 

El ciervo, instintivamente, salió corriendo el momento que la flecha lo entró.  El perro saltó enfrente de Tanka persiguiéndolo con Tanka no mucho detrás.  Corrieron furiosamente por el bosque, por miedo a perder su premio.  Cuando Tanka alcanzó los dos, el ciervo estaba acostado en la tierra sangrando profusamente, el perro lo sostenía por la oreja en su boca, casi arrancándola de la cabeza del ciervo.  Tanka terminó su sufrimiento con un golpe rápido al cráneo con su cuchillo.  Primero arrancó la flecha.  Luego cortó abierto su vientre para remover todas las tripas.  Luego arrancó el corazón, tomó lascivamente una mordedura y levantó sus brazos en agradecimiento del dios de los cazadores.  Con su boca y barbilla rojas con la sangre, echó un grito primitivo de exaltación.  Su chillado resonó de las montañas y por el bosque entero.  Le dio al resto del corazón al perro, que había estado esperando su premio. Lo tragó entero.

Tanka justo había acabado de convertirse guerrero.  Cuando los padres nakatokas creen que un muchacho está preparado de ser hombre, lo envían al bosque para vivir solo por un año.  Los Nakatokas tenían que probar que eran hombres.  Un regreso antes de un año hubiera significado vergüenza para el resto de la vida.  Era impensable.  La mayoría de los muchachos tiene miedo de este año.  Si, es exigente.  Los inviernos en la tierra de las nakatokas son severos y había habido muchachos que murieron.  Pero Tanka sabia que estaba listo.  Quería la oportunidad demostrar que era hombre.  Terminó su año un poco flaco, pero exitosamente.  Después de convertirse hombre, podían participar en las incursiones contra otras tribus.  Era lo que hizo Tanka e inmediatamente demostró su valor.  Mató tres guerreros enemigos, dos durante incursiones contra los Nakatokas, en defensa de su pueblo.  Ahora es un guerrero en los ojos de su tribu.  Es un gran honor que no todo de los hombres cumplía.

El perro no era una mascota.  Los perros nakatokas no tenían dueños.  Era más un lobo que un perro, en apariencias casi no había diferencia entre él y un lobo.    Cuando todavía era cachorro, este perro empezó a seguir Tanka hasta el bosque.  Siempre y cuando el perro estaba silencioso, Tanka lo dejaba cazar con él.  El perro aprendió rápidamente como cazar, bueno los dos aprendieron juntos.   Ahora, en el pueblo, el perro siempre vigila a Tanka, siempre esperando otra caza.  Tanka no le da órdenes.  No puede hacer trucos.  Ni siquiera tiene nombre.

Tanka llevó el cuerpo del venado sobre su espalda hasta el pueblo.  Fue más difícil llevarlo los más o menos 3 kilómetros que matarlo, pesó casi el mismo que Tanka.  Tanka era un miembro de la tribu Nakatoka.  Los más o menos 20 pueblos de los Nakatokas, cada uno con tres a ocho familias, vivían en las estribaciones de una gran cordillera.   Sus dioses vivían en las montañas, muy alto en la nieve.  Los Nakatokas nunca cruzaban este cordillera grande, formidable y cubierta por nieve todo el año.

Cuando llegó al pueblo los niños del pueblo lo siguieron, emocionados por Tanka, pero Tanka simplemente dejó caer el cuerpo enfrente del tipi de su familia.  Su mamá y hermanas sabrían que hacer.  Otros guerreros anunciarían su victoria y celebrarían con la gente.  Buscarían el reconocimiento que una caza exitosa merece.  Pero Tanka era más serio que el resto.  Nunca buscaba reconocimiento.  Su premio era la caza, simplemente estar en el bosque solo.  De todos modos, sólo fue una hembra.  Es los machos que valoraba.

Más tarde Tanka se enteró que los muchachos de su pueblo estaban preparando una visita a otro pueblo.  El propósito, superficialmente, era honrar el jefe de este pueblo.  En realidad, la hija del jefe, Arizona, acabó de alcanzar la edad de tomar un hombre y reciente hubo una fiesta para celebrar su salida.  Casarte con una hija de un jefe honrado siempre era honor, pero esta princesa era especialmente deseada por su belleza.  Normalmente Tanka no se metería en tales tonterías, pero esta vez su mamá y papá lo animaron.  Fue tiempo que Tanka buscaba una mujer en su opinión.  Entonces fue con sus compañeros, 7 en total, hasta el otro pueblo.

Tanka tenía un caballo.  Tener un caballo en ese entonces fue raro y especial.  Las tribus en su región habían estado conscientes de los caballos por años, pero no había muchos en su región.   Podrías obtener uno por cambiar, pero eran preciados.  Tanka obtuvo suyo en una incursión.  Lo robó de otra tribu.  Luego fue a otro hombre de su tribu en otro pueblo para aprender cómo manejarlo y entrenarlo.    Tanka pasaba mucho tiempo con su caballo.  Aprendí como controlarlo y los dos desarrollaron la habilidad funcionar juntos, como uno.   No lo vi como una manera vivir diferente, pero fue una aventura.  Además, sabía que, en el evento de una incursión, el caballo sería muy útil.

Tanka podía haber montado su caballo para ir con sus compañeros hasta el otro pueblo, pero hubiera sido ostentoso.  Tanka no quería hacer quedar mal a ellos.  Sabía que querían lucir bien enfrente del jefe y su caballo atraería toda la atención.  No, caminó entre sus compañeros, habló un poco, pero se quedó tranquilo en general.  Cuando llegaron, el pueblo estaba listo, claro ya sabían que los muchachos iban a llegar.  Las muchachas y niños se emocionaron.  Los guerreros de este pueblo parecieron que casi no los notaron, pero en realidad estaban consciente de cada movimiento.  Claro, eran compañeros, pero igual, competidores, especialmente para la mano de la princesa Arizona.

El jefe se llamaba Matolakate, asesino de osos.  No fue el jefe de todo los Nakatokas, pero era jefe del pueblo mas grande.  Digo jefe, pero no tenían control total de su tribu.  Era el líder y vocero de su pueblo y claro tenia mucha influencia.  Cuando había desacuerdos, todo fue a Matolakate.  Pero cada uno guerrero nakatoka hacia su propia decisión.  Matolakate era un guerrero duro, feroz y despiadado.  Sus castigos siempre eran severos.  A veces sus acciones eran insignificante y mezquino.  Tomaba su papel en serio y a veces abusaba de su autoridad. Fue especialmente protector, especialmente de sus tres hijas.  Era un hombre que, si podías, lo evitabas.

Tanka y sus compañeros fueron directamente al tipi de Matolakate, consciente de que todos los ojos del pueblo estaban sobre ellos.  Matolakate los saludó en la manera de los Nakatokas, con brazos cruzados y una inclinación de la cabeza.  Los guerreros lo saludaron en la misma manera, pero con una inclinación más bajo.  Mientras robaban vistazos a Arizona, uno a uno los guerreros le presentaron un regalo, una señal de su respeto por el jefe.  Claro querían impresionarlo.  En el fondo estaba la hija, la princesa, y sus hermanitas y amigas.  Estaban sentando en un circulo fingían que estaban haciendo cestos o algo así, pero en realidad estaban concentrando en los visitantes.  Cada uno de los guerreros, en turno, presentó su regalo a Matolakate y luego hizo un discurso breve muy halagüeño al jefe y luego describió el regalo y porque era tan importante.  Luego juró su lealtad a la nación Nakatoka y el jefe.  Claro querían hacer una buena impresión.  Fue el primer paso en ganar la mano de su hija.  Habría más.   

Desde la parte trasera del grupo Tanka podía ver todo.  Podía ver a Arizona.  Si, era guapa, pero Tanka podía ver que ella estaba disfrutando toda la atención.  Aunque no se movía, casi temblaba con emoción.  Ella fue el centro de todo y lo disfrutó.  Su comportamiento fue el contrario de lo que Tanka valoraba.  Pero había otra chica que tomó su atención.  Fue la segunda hermanita de Arizona, Ayiana.  Ella estaba sentando sobre sus piernas completamente calma, sin evidencia de emoción.  Ayiana era guapa también, en su propia manera, pero era mas su actitud y humor que impresionó a Tanka.  Ella pareció pacífica y tranquila.  Fue como si ella estuviera completamente sola en el mundo, enfocándose sólo en lo que hacía. Tanka la había notado antes.  Ella proyectaba una calidad que Tanka no podía explicar.  Claro ella no se metía en trivialidades, nunca chismeaba, no se reía tontamente cómo las otras chicas.  No, era una chica que era seria y cada vez Tanka la vio, pareció más y más una mujer.

Luego fue el turno de Tanka. Tanka se acercó a Matolakate y le presentó su regalo, las astas de un venado que recién mató.  Era un buen regalo.  Luego Tanka le dijo que tenía mucho respeto para él y su familia.  Sus palabras eran breves y vacías.  Eran mínimamente educadas.  Los dos se dieron cuenta de la historia entre la familia de Tanka y la de Matolakate.    Matolakate y el papá de Tanka eran muy competitivo cuando eran joven.    Hace muchos años Matolakate reclamó una matanza que fue en realidad la del papa de Tanka.  Desde ese momento en adelante eran enemigos.  Todavía no se hablaban. 

Claro, nadie excepto Matolakate se dio cuenta de lo que estaba en la actitud de Tanka, pero al escuchar las palabras de Tanka, Matolakate se dio cuenta de que Tanka sabía todo.  Matolakate se enfureció, pero no podía demostrar su ira.  Quería matar a Tanka en el momento, pero no pude enfrente el pueblo entero.  No, su venganza tendría que esperar.  Se dio cuenta de que Tanka sería su enemigo por el resto de su vida. 

Aunque Tanka estaba enfurecido también, tan pronto como se apartó de Matolakate, sus pensamientos volvieron a Ayiana.  Se dio cuenta de que Ayiana todavía no era una mujer.  Se dio cuenta de que también Matolakate nunca le permitiría hablar con ella, menos aun salir con ella.  Pero, Tanka tenia una mente de su propio.  Era un hombre, un guerrero independiente y hacia lo que quería.

Temprano la mañana siguiente, Tanka montó su caballo.  Estaban corriendo en el aire fresco de la mañana con las montañas bellezas en el fondo.  Encontraron el rio que dio la vida a su gente y corrieron por el rio hasta el otro lado.  Fue la primavera y el ardor de las aguas heladas sobre su cuerpo casi desnudo lo hizo sentir vivo.   Mas vivo que siempre.  El caballo y el guerrero eran uno.  Se sintieron solos en la tierra de los Nakatokas, la tribu de las montañas.

Luego, la vio.  Se estaba arrodillando en la orilla del rio, lavando ropa en el agua.  Tanka paró detrás de un árbol y la miró.  Notó cada movimiento de ella; calmo, preciso y con propósito.  Tanka sentía que el ritmo de su latido aumentó.   Su corazón estaba a punto de reventar.  Sentía el sol de la mañana subir sobre las montañas y calentar su espalda.  No estaba consciente de su emoción, simplemente dejó que pasara.  Fue cruda, primitiva y natural.  Al mismo tiempo era el carácter de Tanka que siempre estaba bajo control.  Sólo podía sentirse fuerte sin perder control.

Luego vio que una pieza de ropa se escapó de Ayiana y estaba fluyendo rio abajo con el corriente.  Ayiana no pudo alcanzarla y pareció perdida. En un instante, Tanka y su caballo arrancaron corriendo, fueran directamente hasta el rio, salpicaron por las aguas y alcanzaron la ropa en lo que pareció otro instante.  Ayiana se levantó y miró.  Tanka se inclinó hasta el rio y en un movimiento completamente grácil, agarró la ropa del rio.   Que espectáculo.  Luego él y su caballo dieron una vuelta y fueron en la dirección de Ayiana.  Se acercó a Ayiana todavía corriendo con lo que pareció la intención de volver la ropa mientras corrieron, pero en vez de dársela, corrió por ella y se paró 10 metros más allá.   Voltearon una vez más para enfrentarse de ella y luego blandeó una pierna sobre el cabello y con una flexión del cuerpo, saltó del caballo y aterrizó ligeramente en la tierra.

Ayiana claro estaba impresionada pero no iba a mostrar su emoción.  Se quedó sin expresión esperando el regreso de su ropa.  “lo siento señorita, no quería engañarte, pero tuvo que tomar la oportunidad volver tu ropa en una manera personal.  Soy Tanka, guerrero de los Nakatokas, y tu sirviente también.”  Ella ya lo conocía, pero no se conocieron formalmente.  Fue una introducción un poco formal y humilde, pero Tanka lo hizo sin pensar.  No estaba consciente de que tan fuerte quería hacer una buena impresión.  Ayiana, con una pequeña sonrisa satisfecha, respondió, “¿Entonces, crees que puedes engañarme?”.   Ella lo pilló desprevenido.  Normalmente las chicas sólo demostraban respeto a los guerreros.  Solían mirar bajo a la tierra enfrente de un guerrero, pero esta chica estaba mirando directamente en los ojos de Tanka sin vergüenza, bueno, incluso con un poco de actitud.  Pero claro, fue su belleza también que lo hizo desprevenido.  Tanka estaba hipnotizado por sus ojos redondos, claros y perfectos.  Tanka tuvo que contener una sonrisa.  “Claro que no mi princesa,” dijo Tanka con un matiz de sarcasmo, pero al mismo tiempo admitiendo que sabía quién era, “¿Quién soy yo? Sólo un soldado a tu servicio.”  Ayiana, también escondiendo su sonrisa, le dijo, “es bueno oír que hay servicio, pero cuales servicios puedo esperar?”  Tanka casi quejado sin palabras otra vez le respondió, “sólo tienes que pedir y estaré a tu servicio.”  “Bueno,” dijo Ayiana, “enviaré para ti cuando te necesite.”  Con esto ella agarró la ropa de la mano de Tanka, volteó y regresó caminando, lentamente y a propósito, a su pueblo. 

Claro, ella le dejó a Tanka boquiabierto.  Tanka sólo pudo mirar a su espalda mientras ella se marchó hasta su pueblo sin mirar detrás.  Pero, ¿Qué había pasado?  Todavía no estaba listo para tomar una mujer.  Había creído que elegiría a una mujer en una manera deliberado y consciente, que asesoría todas sus calidades y luego tomar una decisión racional, una elección basada en lo que sería mejor para él y una familia.  Escogería una que trabajaría duro, que proveería bien para la familia y que sabía bien las habilidades de una mujer; preparar piel, cocinar, hacer ropa, y recolectar comida.  Pero ahora estaba completamente enamorado, enganchado de una princesa que apenas conocía.  ¡Ni siquiera todavía es una mujer!

Tanka corrió y saltó sobre su corcel.  Juntos corrieron hasta las montañas en la euforia que sólo un muchacho puede sentir después de conocer la muchacha de sus sueños.  No le importaba para nada que sus planes racionales estaban en ruinas.  Quería alcanzar la cima del mundo, quería estar entre los dioses.

Claro había problemas, no la menor parte de los cuales era que Ayiana todavía no es mujer.  Primero, su hermana mayor tenía que encontrar hombre.  No era posible que una hermanita encontrara novio antes de su hermana mayor.  Era la ley de los Nakatokas. Segundo, y más importante, fue la relación entre la familia de Tanka y el padre de Ayiana.  Matolakate nunca aprobaría un matrimonio entre su hija y un miembro de la familia de Tanka.  Pero es un guerrero fuerte.  Puede superar cualquier obstáculo, resolver cualquier problema.  Amor puede conquistar todo.

 

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