El joven está parado al borde del porche.  Tuvo cuidado de quedarse en la sombra donde es un poco más difícil verle en el sol de mediodía.  Su overol está lleno de polvo, tiene agujeros en las rodillas y le queda zancón. Su sombrero de paja está acomodado hacia abajo sobre sus cejas para cubrir parcialmente su cara juvenil.  Su bigote es solo una sombra sobre su labio superior. Sostiene la escopeta con una mano, dejando que el cañón apunte hacia abajo inofensivamente.  El rifle era de su papá.  Ahora es suyo.

Ve alrededor y aunque el cielo es azul y enorme, todo lo que puede ver es el gris del polvo.  Ya es agosto y normalmente los campos están llenos de verde, pero no este año, ni algunos anteriores.  Esta tierra estéril ha dado todo lo que podía producir.  La sequía la había impactado fuertemente.  Nada crece en estas condiciones.  Recuerda el día que todo empezó.  Vio una nube grande, negra y amenazante en la distancia.  Mientras se le aceraba, el viento se levantó y se volvió feroz.   Se sentía diferente que cualquier otra tormenta.  No había una gota de lluvia.  Era una nube de polvo, enorme y tan negra como la noche.  Nadie estaba preparado para una tormenta así.  El viento sopló el polvo en todos los lugares; dentro de la casa, los carros, la comida, los ojos, las orejas y la nariz.  No podía ver tus manos enfrente de ti.  No podías escaparte.  Te encontraría.

La sequía trajo polvo, pero lo peor es lo que se llevó. Las cosechas se habían ido.  El suelo rico y fértil, en el que antes podías haber cosechado cualquier cosa, ahora es parte de la nube, está viajando hacia el este, al Nueva York y aún más lejos.

Puede ver en la distancia que el carro negro gira hasta la entrada de la finca.  El joven ha estado esperando este día.  Su padre recibió el aviso final la semana pasada.  Probablemente es el Sr. Thompson, el sheriff, el Sr. Adams del banco, y tal vez un ayudante o dos.  No le importa.  Está listo.  Sabe lo que necesita hacer.

Sabe bien cómo manejar la escopeta, tiene mucha experiencia con armas.  No fue hace mucho tiempo que cazaba serpientes con su .22 por diversión.  Ahora, el joven, su mamá y sus dos hermanitas comen las serpientes y cualquier otro animal que pueda matar.  La Cruz Roja dejó un paquete de comida el otro día, pero no necesitan su ayuda. Va a proveer.  Es el hombre ahora.

Puede ver que hay cuatro hombres en el carro negro que se acerca.  Son quienes espera.  El joven está decidido.  Su papá construyó esta casa.  Nació en la cama donde su mamá llora dulcemente, ahora completamente sin poder hacer nada.  Sus dos hermanitas, quienes puso en el closet para esconderlas, nacieron aquí también.  La familia trabajaba juntos días largos y duros en los campos por años.  Su sudor está en esos campos.  Sus padres lo prepararon para este día, este momento. Todo el mundo depende de él. No les va a fallar.  Preferiría morir.

El carro negro se detiene a cien yardas de la casa.  Los hombres están hablando, pero el joven no puede oírlos.  Lo ven, la escopeta también.  Por supuesto, sigan adelante, hagan su estrategia.  El tiempo de juntar su valor ha llegado.  No hay un lugar para esconderse, pero no le importa.  Nunca va a abandonar su hogar, especialmente a estos hombres.  Son gente de la ciudad.  Llevan trajes.  Fuman tabaco, a diferencia de su papa quien lo masticaba.  No trabajan, se sientan detrás de sus escritorios hablando y escribiendo todo el día.  No durarían un día trabajando en el campo.

El joven mira a la finca.  Las olas de calor hacen que las montañas en la distancia parezcan que están cerniéndose misteriosamente en el cielo.  Sus ojos encuentran el cementerio de la familia donde hay el único árbol en toda la finca.  La tierra sobre su padre está recién cavada.  La pintura de la cruz blanca de madera todavía está fresca.  Su papá yace al lado de sus padres.  El joven no puede entender lo que hizo su padre.  No le echa la culpa, pero sabe que lo necesita ahora más que nunca.  Aunque se ha ido para siempre, el joven todavía siente los ojos de su padre sobre él.  Todo lo que hace es una reflexión de lo que su papá querría.  Todavía quiere complacerlo.  No puede remover completamente la mancha de sangre que está en la pared.

El carro frena enfrente del porche y los cuatro hombres se bajan.  Han hecho esto muchas veces.  Saben cómo manejar esta situación.  Explicarán todo al joven y dejará su arma.  Saben que habrá mucho llanto, pero al final habrán hecho su trabajo.  No lo disfrutan, pero saben que tienen razón, que están al lado correcto de la ley.  Si debes dinero, tienes que pagarlo.  Ha pasado muchas veces en los últimos años.  Esta familia encontrará un lugar eventualmente.  No es diferente que las otras.  Estarán bien.

El Sheriff Adams da un paso al frente y lo saluda como si fuera cualquier otro día, “Buenos días Jacob, es un buen día, ¿no?”.  Jacob siente que su odio por este tipo se hincha.  En un instante Jacob levantó la escopeta y la disparó arriba de sus cabezas.  En otro, tomó un cartucho de su babero y recargó.     Los cuatro hombres se agacharon, los ayudantes pusieron sus manos sobre sus pistolas.  Sucedió tan rápido que apenas se dieron cuenta de lo que pasó.  Bueno, tal vez esta vez las cosas iban a ser diferentes.

“Oye, un minuto Jacob” dice el sheriff agachado con su mano extendida como si fuera a detener la próxima ronda de perdigones con su mano, “hablemos un poco, no queremos problemas, no queremos que nadie salga lastimado.” Su voz tembló.  Concede que es difícil predecir lo que un joven va a hacer.

“Lo siento señores, ya sé precisamente porque están aquí y nunca voy a permitirles tomar nuestra casa.” dice Jacob, todavía apuntando la escopeta directamente a la frente del sheriff.  El sheriff saca papeles de su bolsillo.  “Aquí están los papeles que dicen que ya no es tu casa, es la casa del banco ahora.” “No me importan sus papeles” respondió Jacob, “ya sé que esta casa es la mía.”  Su voz, recién cambiada, se agrieta cuando habla. “Jacob, es la ley” declara el sheriff.

Jacob está sudando profusamente.  Sus emociones están corriendo tan rápidamente que apenas puede pensar.  Tiene que entrecerrar los ojos para ver el sheriff, todo lo demás es una imagen borrosa. 

El sheriff da dos pasos hacia Jacob.  Jacob amartilla los dos martillos de la escopeta y dice, “ni un paso más, o serás un hombre muerto.”   “Tranquilízate Jacob, esto no es lo que tu padre hubiera querido, tu mama y hermanitas están en esta casa y estas poniéndolas en peligro.” El sheriff recuerda que morir no está en su descripción de trabajo y se pregunta si sería mejor tratar otro día.

Oír a este hombre mencionar a su padre se siente como un cuchillo apuñalándole en el corazón.  Siente una furia creciendo desde dentro. “Usted y sus hombres tienen que salir. Si la sangre es derramada aquí, es sobre tus manos.”  “Sabes que no podemos salir, tenemos que hacer nuestro trabajo.  Dejemos nuestras armas, vayamos adentro y hablemos un poco.  Podemos solucionar esto en una manera civilizada.” El sheriff está empezando a preocuparse. “¿Civilizada?”, grita Jacob, “¿Es civilizado sacar a una familia de su casa legitima?”

El sheriff quita su pistolera y la pone, con su pistola, en la tierra. Muestra sus manos vacías a Jacob y se mueve algunos pasos a la derecha.  “Puedes ver Jacob, estamos aquí para hablar, queremos ayudarte.  No somos malvados, no somos el enemigo.  Hablemos y hagamos un plan.” 

Jacob se pregunta cómo las cosas terminarían. Suda tan profusamente que casi no puede respirar, casi no puede pensar claramente.  Está a punto de darse cuenta que no tiene un plan.  Estos hombres no se asustan fácilmente.  Nunca van a irse sin dispararlos.  En desesperación dispara otra ronda sobre sus cabezas.  Pero esta vez, en seguida, siente un choque de otra persona en su espalda.  Se estrella contra la tierra con otro hombre sobre él.  No notó que uno de los ayudantes fue detrás de la casa y circundó detrás de él.  Fue un error grande.  Los otros hombres se acercan a él con toda prisa.  Le toman su escopeta.  Lo sostienen, boca abajo, con sus manos detrás de su espalda, en el polvo.  Lucha y lucha contra los hombres, pero no puede contra cuatro.  Lucha contra el impulso de llorar, pero las lágrimas se derraman de sus ojos, haciendo rayas en el polvo que ahora cubre su cara.  Ha fallado a su familia, la más grande vergüenza que puede imaginar. 

¿Como podía haber permitido este desastre?  Iba a proteger a su familia, iba a despedirse de estos hombres y nunca iban a regresar. Pero ¿qué pasó? Ya no es un joven, es un hombre y hombres protegen a sus familias.  Tienen el poder de hacer lo que es correcto.  Lucha contra sus lágrimas.  Los hombres no lloran. 

El sheriff le hizo prometer que no iba a luchar y deja que se levante.    Jacob mira fijamente a la tierra.  Ni siquiera puede mirarlos.  Casi no puede hablar.  “Ahora vas a hacer lo que digo, sin embargo, vas a pasar tiempo en la cárcel y tu familia tendrá que valerse por sí misma” ordena el sheriff, esta vez sin una nota de cortesía en su voz.  Es solo otra familia sin casa para él.  Hay muchas.  Lo llevan a la casa y los otros hombres encuentran a su mamá y a sus hermanitas, todas llorando abiertamente.  El sheriff les dice que tienen una hora para empacar sus cosas.  Ya no tiene piedad para esta familia, no le gustó ser disparado.   Jacob tiene que empacar todo.  Las mujeres no pueden funcionar.  No pueden imaginar a donde van.  Jacob siente como si estuviera en un sueño, una pesadilla de la cual no puede despertarse.

Los hombres se quedan en la casa.  Saben que lo que hicieron fue su trabajo, fue la ley.  Sin la ley, ¿qué habría?, solo caos.  No, lo que hicieron es justo.  Pero, todavía no se miran, no se hablan.

La familia empieza a caminar cada uno con una maleta en el calor del medio día.  En silencio total caminan por la entrada de la finca y luego por la calle.  Esperan que otro granjero los lleve en su camioneta, pero están preparados para caminar para siempre.  No tienen un hogar.  No tienen un papá. No tienen un destino.  El joven los dirige, decidido a que van a comer, que van a sobrevivir.  Es el hombre ahora.

Language (The language you are writing in)