Cuando las batallas comenzaron el ejército de Cortés tenía más o menos 800 soldados españoles. Estimar la cantidad de aliados indígenas es mucho más difícil. Cortés si mismo dijo que tenía 150,000 indígenas bajo su mando. Claro, exageró, pero había estimaciones que eran aún más. No había un método para contar a los indígenas entonces nunca vamos a saber, pero claro había mucho más que él caudillo y sus oficiales podían controlar por su inhabilidad de comunicar, por su falta de rigor y por su gran cantidad.
Los enfrentamientos en las primeras semanas de la batalla para Tenochtitlán estuvieron en las carreteras elevadas. Los castellanos desarrollaron estrategias mejores para rellenar los huecos que les dieron problemas en la noche triste. Los aliados indígenas desempeñaron un papel grande aquí y había pocos muertos entre los castellanos en las etapas iniciales. Cuando llegaron a la ciudad, la resistencia de los mexicas se intensificó. Hubo momentos desastrosos para los españoles. Después de una batalla especialmente feroz muchos españoles perdieron sus vidas. De hecho, los aliados pensaron que habían perdido todo y casi todos abandonaron el esfuerzo, incluso mucho de los tlaxcaltecas, los aliados más leales quien tenían más que perder. Sabían que una victoria para los mexicas seria su fin. Pero los españoles seguían peleando como si no hubiera otra opción. Pues, no había otra opción para ellos tampoco. Las peleas eran intensas. Había algunas veces que Cortés si mismo estaba atrapado en las manos de sus enemigos sólo para ser salvado por sus compañeros de batalla. Perder a su líder, su caudillo, hubiera sido devastador.
Durante este periodo, el caudillo tuvo que tomar la decisión destruir la ciudad. Los edificios y las casas eran protección por docenas de miles de guerreros mexicas. Fue algo que en realidad Cortés lamentaba mucho. No quería destruir su premio, su joya, pero fue imposible tomar la ciudad sin quemar mucho, aun destruyó el palacio Axayácatl, su residencia lujosa por muchos meses.
Eventualmente la marea de la batalla se volvió en favor de los españoles y los aliados regresaron. Los mexicas tuvieron que reagruparse en Tlatelolco, después de hacer un acuerdo con esta tribu maltratada. Aquí los mexicas pelean valerosamente hasta el final. Se estaban muriendo de hambre y de sed. La viruela seguía atacándolos también. Un día se dice que los españoles tomaron 40,000 prisioneros de que muchos eran masacrados por los tlaxcaltecas a pesar de las peticiones por misericordia de Cortés y sus oficiales. Cuitláhuac negó de rendirse mucho pasado el punto de que pudieron pelear más. Eventualmente intentó una fuga desesperada por canoa en el lago con los miembros de su familia que quedaron. Fue detenido fácilmente por un brigantino español. La batalla terminó.
Después de meses de batallas feroces, Cortés cumplió lo que quería. Tenía su premio, una ciudad una vez majestuosa, luego completamente devastada. Cortés estableció su sede en Coyoacán, vivir en Tenochtitlán en esa época era casi imposible. Los españoles y sus aliados celebraron, pero sólo por poco tiempo. No, tenían que buscar lo que los llamó, su precioso oro. La búsqueda frenética duró por meses, pero nunca encontraron tanto como esperaban. Después de dividir su botín, había mucho para Cortés y sus oficiales leales, pero poco para los soldados. Había muchas quejas y protestas sobre cómo el caudillo distribuyó el oro. Claro, eran españoles, es lo que hacen. Pronto, Cortés envió a España, en tres barcos, la más grande cantidad de riquezas alguna vez enviada a este país. Irónicamente, nunca llegó a España. El pirata francés, Jean Fluery, estaba en espera y lo robó. El gran premio terminó en Francia. Claro, habría más, pero el caudillo era devastador porque lo que más quería era el reconocimiento de su rey.
La esposa formal de Cortés, Catalina Suarez, llegó inesperadamente de Cuba sólo algunos meses después de la conquista. Llegó a una casa llena de muchachas indígenas y la consorte favorita, Marina. De hecho, Marina tuvo un bebé del caudillo algunas semanas después de su llegada. Pero algunos meses más tarde, después de un banquete, Catalina murió de causas misteriosas, casi en las manos de Cortés. A pesar de muchas acusaciones que fue el quien la asesinó, nunca podían probar que Cortés causó su muerte. Aún su prisa de enterrarla la mañana después de su muerte, un acto evidentemente desesperado de esconder cualquier evidencia que podía haber existido, no era suficiente evidencia de su culpa.
Claro, los mexicas nunca regresaron al poder. Generalmente aceptó su derrota y dócilmente su conversión a cristianos. Aunque Cortés los consideraba “personas” y más civilizados que los indígenas de las islas, sólo pocos vivieron libremente. Todos vivieron vidas limitadas bajo la opresión de los castellanos. Cortes trataba a los descendientes de Moctezuma un poco mejor que el resto, especialmente mejor que los de Cuitláhuac quienes maltrataba severamente. Cuitláhuac si mismo vivió por algunos años, como un prisionero, hasta que Cortés lo ejecutó para traición. Distribuyó a la mayoría de la gente entre las grandes encomiendas donde se bautizaban y morían bajo el tratamiento cruel de sus señores españoles.
Claro, lo que ocurrió bajo las manos de los conquistadores en esta época fue horrible. Pero en los años siguientes las cosas se volvieron aún peor para los indígenas. Muchos indígenas sufrían y morían bajo el peso de trabajo más severo y los tributos más grandes que incluso los mexicas exigían. Pero sufrían especialmente de las enfermedades que los europeos y sus animales llevaron. Se estima que la población de México cuando los españoles llegaron era de 8 millones y en 1560, 40 años más tarde, sólo 2 o 3 millones quedaron. Fue un desastre de proporciones nunca visto antes.
A pesar de que nunca recibió su gran tesoro, el Rey Carlos V generalmente apoyaba a Cortés y sus derechos en México. Claro hubo muchas más batallas en los tribunales por años y discusiones sobre el precioso oro, pero generalmente Cortés hizo lo que quería en México. Estableció una gran encomienda en Coyoacán y más tarde en Cuernavaca donde construyó un gran palacio que todavía existe. Gobernó México por algunos años, pero estaba inquieto. Dirigió más expediciones y conquistó más regiones de México. Tomó una expedición desastrosa a Honduras donde cientos de sus soldados murieron. Aun estableció un sitio para la construcción de naves en la costa oeste para explorar el Océano Pacifico, con el intento de encontrar China. Más tarde en la vida regresó a España donde se casó con una mujer de la realeza. Era un miembro de la corte del rey Carlos V por años hasta que cayó de su gracia. Murió a la edad de 62 cerca de su hogar de niñez, un hombre amargado y desilusionado. Tal vez un fin apropiado para alguien que destruyó una civilización. Siempre inquieto aun en muerte, sus restos han sido mudados algunas veces, eventualmente terminaron en la iglesia de Jesús Nazareno en La ciudad de México.