A mi mujer no le gustan los relámpagos. Cuando era joven su madre le temía a los relámpagos y cuando había una tormenta eléctrica mandaba a mi mujer y sus hermanos esconderse en la despensa. Si la tormenta se producía de noche ella se despertaba y los llevaba la despensa. Hoy en día ni mi mujer ni sus hermanos no le gustan los relámpagos. A mi madre también nunca le gustaron los relámpagos pero cuando mi hermano y yo éramos jóvenes ella se preocupó que no descubramos su temor. Es por eso que ni mi hermano ni yo les tememos a los relámpagos. Es obvio que debemos preocuparnos de no transmitir nuestros terrores a nuestros niños.
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