Hace más de 10 años mi hijo menor y yo tomamos un viaje a Arizona para visitar a mi madre.  Nos quedamos con ella algunos días.  Uno de estos días, fuimos a un pueblo que se llama Jerome.  Jerome solía ser un pueblo minero.  Su población en la década de los veintes era más de 50 mil personas.  Pero, después de que se acabó de mineral de hierra y cobre, se convirtió a un pueblo fantasma. Su población disminuyo hasta menos de cien personas en las décadas de los cincuentas por los setentas.  Luego, en los ochentas, artistas empezaron a mudarse allí.  Aunque todavía hay muchos edificios abandonados, ahora es una colonia de arte y turismo.  Se ubica alto, 5 mil pies sobre el nivel del mar, en las montañas y da al pueblo de Sedona, un pueblo bonito mucho más bajo en el desierto.  La vista es increíble.  El camino hasta la ciudad, montaña arriba, puede ser espantoso para pasajeros. Te lo recomiendo mucho que lo visites si alguna vez estés en Arizona.

Ese día, encontré una curtiduría.  Vendían marroquinería que parecía bella.   Recuerdo que este lugar olía muy bien.  Amo el oler de piel curtida.  Decidí que iba a comprar algo y me encantaban los cinturones.    Encontré uno que era perfecto para mí.  Era informal pero muy bien hecho.  La piel parecía muy natural, de color marrón claro, y la hebilla era sencilla pero fuerte.  Después de comprarlo, llevaba este cinturón siempre que podía por diez años.  Como muchas cosas bien hechas, estaba desgastando perfectamente también.  Entre más se envejecía, se volvía aún más bello.

Mientras estaba en México la primera vez, fui a un partido de futbol con un grupo de otros estudiantes.  Antes de entrar el estadio, nos dijeron a los hombres que tuviéramos quitar nuestros cinturones.  Aparentemente habían tenido problemas con hombres y sus cinturones en el pasado.  Entonces, quitamos nuestros cinturones, los atamos en una cerca, con otros cientos cinturones y luego entramos al estadio y vimos el partido.  Pero cuando salimos del estadio al fin del partido, que sorpresa, nuestros cinturones habían desaparecido.  Perdí mi cinturón favorito y un recuerdo importante también.

Por el próximo 18 meses busqué un nuevo cinturón.  Como muchas cosas queridas a mi corazón, fue difícil encontrar un reemplazo.  Pero el verano pasado fui a visitar a mi hermano en Londres.  Fue mi última visita a él en Londres porque estaba a punto de mudarse a Pakistán.  El propósito del viaje era ayudarle en su mudanza.  El, su novia y yo fuimos a Camden Market un día. Dentro el mercado encontré una pequeña tienda que vendía marroquinería.  El oler de piel en esta tienda era fortísimo.  Eché una mirada a los cinturones con expectativas bajas.  Pero, a mi sorpresa, eran perfectos.  La piel era de alta calidad y el color era perfecto también.  Me di cuenta que finalmente encontré un reemplazo de mi viejo amigo.  La vendedora era una artista joven de Italia.  Tenía un acento fuerte, pero entendió que este cinturón iba a ser importante para mí.  Elegimos juntos la mejor hebilla.  Tuvo que personalizar el cinturón específicamente para mí.  Lo cortó al talle correcto e hizo las agujeras especialmente para mi cintura. Luego, el toque final, grabó mis iniciales en la lengua.  Perfecto.  No podía haber estado más feliz con mi nuevo cinturón.  Me recordó de mi original, y de mi última visita a mi hermano en Londres.  Tenía un cinturón para el resto de mi vida.  Puedo asegurarte que no iba a un partido de futbol en México con este cinturón. 

El mes pasado fui a México otra vez.  Estaba disfrutando mi visita cuando un día, en la segunda semana, noté que mi cinturón era diferente.  ¡No era mi cinturón!  Fue un poco similar, pero era de un color diferente y no tenía mis iniciales.  Que desastre.  Parecía que alguien había cambiado cinturones conmigo.  Pero, ¿Cómo?  Sería imposible cambiar cinturones con otra persona, ¿sí?  No era mi habito remover mi cinturón de mis pantalones durante el día entonces no podía imaginar como cambié mi cinturón para otro.   Busqué en todos los lugares.  Hablé con todos los otros estudiantes.  Lo busqué en el gimnasio y en el estudio de yoga.  No podía encontrarlo en ningún lugar.  Estaba confuso y devastado al mismo tiempo.  Caminaba en un trance el resto de mi viaje.

Claro, caí en una depresión profunda.  Eché de menos mi cinturón.  Odiaba mi nuevo, el impostor.   Pero seguía llevándolo, no quería que mis pantalones se cayeran, hasta que llegué a casa.  Pocos días después, decidí que iba a recuperar y comprar un nuevo cinturón.  No iba a esperar otros 18 meses por un nuevo.  Con un corazón roto, pedí un cinturón en el internet.  No sabía lo que hacía.  Fue un acto de desesperación.  Sólo sabía que algo faltaba, pero no sabía cómo arreglarlo.  Tuve que hacer algo.

Cuando lo entregaron, parecía bien.  No era fantástico, nunca iba a inspirar una historia, pero era suficiente.  Pero era demasiado pequeño entonces fui a la tienda para intercambiarlo.  En la tienda no tenían uno que era el mismo, pero encontré uno que me gustó un poco mejor.  Tuve que pedirlo en el tamaño correcto.  Iban a enviármelo.

Mas o menos cinco días más tarde, todavía deprimido, esperando mi nuevo cinturón, pero con cero anticipaciones porque sabía que no iba a hacerme feliz.  Me desperté una mañana y luego estaba vistiendo para el día.  Agarré un cinturón de mi gancho y mientras estaba pasándolo por los lazos en mis pantalones, a mi gran sorpresa, me di cuenta que era mi cinturón original, el que compré en Londres con mi hermano.  ¡Qué día fantástico!  ¡Que descubrimiento increíble!  Me acerqué corriendo a mi esposa para decirle lo que pasó, que mi cinturón apreció en mi closet.  En seguida tuve una nueva perspectiva de la vida.  No pude creer mi suerte. Finalmente, estaba feliz de nuevo.

Sólo hay una explicación para lo que pasó.  Claro, el dios de los cinturones oyó mis oraciones, sintió la profundidad de mi desesperación, e intervino para ayudarme.  Tiene que ser esto.  Estoy cien por ciento seguro porque minutos más tarde fui a mi computadora para estudiar español y tuve un correo electrónico de le tienda donde compré el cinturón.  Me escribieron que no tenían el que pedí entonces tuvieron que cancelar mi pedido.  Fue perfecto.  Sólo el dios de los cinturones podía haber creado un fin tan perfecto.

He estado nacido otra vez.  Soy un creyente.  Ahora llevo mi cinturón y rindo felizmente al dios de los cinturones. Ahora que has oído mi historia, seguramente nunca vas a ver un cinturón en la misma manera.  Siempre vas a pensar en esta historia y saber que tu cinturón es mucho más importante que has pensado. Quizás merezca su propia historia.

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