Pasé la Navidad en el norte de Tailandia. Estuve  de viaje de 22 a 28 de diciembre en Mae Hong Son y Chiang Mai, ambas provincias quedan a unas 15 horas de Bangkok.

Antes de irme de Manila hace cuatro meses, un compañero de trabajo me dijo que en Tailandia se ofrecían talleres de meditación en los templos budistas. Se trata de alojarse en el templo durante un plazo de 4 días a 1 mes para convivir con los monjes y practicar la meditación. Son muchos los extranjeros que se interesan por hacer el taller por motivos turísticos, pero hay quien lo hace por religión. Apuntarse en el taller implica tener que seguir el horario diario típico en los templos, esto es, madrugar y acostarse tempranito, no comer nada después del mediodía, hacer la meditación tanto a solas como en conjunto varias veces a lo largo del día, hacer tareas domésticas tales como limpiar y preparar la comida, y participar en distintos rituales budistas. Recuerdo que también en Japón tenían talleres así pero nunca me había dado tiempo para hacerlo.

Así que esta vez sí que lo he hecho. Fui a un templo muy retirado de las grandes poblaciones, es el Wat Tam Wua, queda al pie de colinas muy bonitas y alberga un riachuelo que atraviesa un puente de madera. Allí me quedé 4 días. Al principio, me sentí un poco raro porque teníamos que salmodiar en una lengua muy extraña que no entendía nada y los perros de los monjes aullaban siempre cuando tocaban la campana al anochecer. Pero al final me acostumbré, incluso aprendí a despejar mi mente de algunos pensamientos y emociones no deseados.

Al cabo de 4 días en Wat Tam Wua, me marché para ir a Chiang Mai. Cogí el único autobús que iba de Mae Hong Son rumbo a mi próximo destino y pasé unas ocho horas en la carretera viendo paisajes impresionantes en el campo. Yo creo que el encanto que tiene Chiang Mai no está en sus sitios turísticos aunque cuenta con muchos sino en las cosas corrientes que habrá en cualquier otra ciudad pero por algún motivo exigen mayor asombro en Chiang Mai. Hay que reparar en los niños que salen corriendo del colegio por la tarde, las furgonetas viejas que abundan en la calle, las montañas majestuosas que se ven en el horizonte y el foso muy sosegado que está en el centro de la ciudad.

 

El sitio que más me encantó sobre todo fue la Universidad de Chiang Mai. El campus tiene mucha naturaleza, hasta consiguió despertar en mí un deseo súbito de volver a ser estudiante.

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