Mi trayecto comenzó con una visita del estudio de tatuajes en el barrio de ¨Ormond. Al llegar al estudio, inmediatamente me sentí rodeada de un arco iris de colores.
Un arco iris de colores de negro, amarillo, naranja, azul, verde, blanco, marrón y rojo con forma de personas, circulos, triangulos, rectangulos y mensajes que se llamada plantillas (flashes) y diseños.
Yo podía ver plantillas orientales, tribales, con flores, de fantasía, incluso sobre astronomía, y un poco más por la derecha noté diseños celtas, de brazaletes, con personas y con letras.
¡¨Que mundo de creación¨!
Seguí caminando por el studio hasta que llegué a una sala oscura. Había un tatuador argentino que dibujaba una creación mitológica. ¿Qué tipo de diseño era? ¿Un dragón o un ave del paríso? No, era un reptil, tampoco. El tatuador utilizaba todo tipo de materiales para diseñarlo. Tintas, pigmentos, un set de cabezales de acero inoxidable, termocopiadora, tubos y puntas.
Este particular dibujo popular era en forma de circulos, rectangulos y oblongos para todos los clientes que lo quiseron.
En otra sala, me encontré una tatuadora argentina que dejaba su marca registrada para sus clientes. Ella firmaba cada diseño con su nombre para guarantizar ser suyo.
Al final de mi camino, yo he aprendído que la jornada laboral de un tatuador no es fácil, puede ¨costar poco menos que sangre sudor y lágrimas", pero el mismo tiempo está lleno de alegría, felicidad, satisfacción y lo más imporante está lleno de creación e imaginación.