Era el otoño de 1969 y acababa de entrar al noveno grado. El conflicto en Vietnam rabiaba, había motines en las calles de las ciudades grandes y Woodstock señaló una gran transformación de la música y la cultura. Pero yo tenía 14 años y no sabía nada de nada, había pasado toda mi vida en un pueblo aislado en las afueras de Michigan y en ese entonces si querías saber lo que estaba pasando en el mundo, tenías que buscarlo. Nunca intenté buscarlo, había otras cosas que me ocupaban en mi propio pequeño mundo.
Todos los chicos de noveno de mi pueblo iban a una escuela de este sólo grado y el cambio me dio estrés. Había pasado 3 años en la misma escuela, me había acostumbrado a esa escuela y luego tenía que enfrentar una nueva. Era mi primer año de la prepa oficialmente, aunque la escuela no era una prepa oficial, y estaba muy ansioso. Mi dilema era que quería fuertemente seguir jugando deportes. La prepa era un gran paso y no estaba seguro que podía hacerlo. Era mi sueño y tenía que tener éxito, no sabía lo que iba a hacer sin deportes. Eran, y todavía son, una parte importante de mi identidad. En los primeros meses de ese año tuvo una temporada no muy exitosa en fútbol americano, era reserva por primera vez en mi vida y no me gustó, de hecho, no lo entendí, creí que era mucho mejor que el chico que era el abridor enfrente de mí y lo hacía claro a todo el mundo. No estaba feliz y probablemente me comportaba como un mocoso. Hasta el día de hoy creo que los entrenadores se equivocaron. Pero esa mala experiencia no me impidió mucho, estaba aún más decidido. En ese entonces mi lema era: Yo tengo razón y el resto del mundo está equivocado.
Aunque eventualmente tuve una buena temporada de béisbol en la primavera, la cosa que salvó el año para mí fue el torneo de lucha de la escuela. Después de la temporada de fútbol, los profesores de gimnasia dividieron todos los chicos en dos grupos según peso. Aunque era alto, para mi sorpresa, probablemente porque estaba muy inconsciente de mi propio tamaño, me caí en la división de los más pequeños. Tenía que luchar en 5 partidos, gané cada uno y logré campeonato del torneo, pues, de la división de los más pequeños. Pero, era uno de dos campeones en la escuela entera. Hasta ese momento en mi vida, era claramente mi logro más importante. Casi todos los otros chicos sabían que había ganado y recibí muchas felicitaciones. Estoy seguro que sorprendí especialmente mucho a todos los otros jugadores de fútbol. Casi ninguna de las chicas estuvo consciente de que hubo un torneo. Bueno, nada que hubiera hecho en ese entonces hubiera atraído a una muchacha entonces nada perdido.
Pocos días después de mi victoria me encontré con el entrenador del equipo de fútbol, un hombre que nunca me impresionó con su inteligencia, en el pasillo. Me dijo “Felicidades por tu victoria, Roy, buen esfuerzo” me dijo mientras me daba cuenta de que lo odiaba intensamente, y luego añadió, “Deseo que hayas mostrado tanta energía en el campo de fútbol.” Estoy seguro que inmediatamente me volví rojo con ira. Claro era el que se equivocó en no reconocer mis habilidades y con su comentario echó malamente la culpa a mí. En los años después he pensado en docenas de respuestas, todas lo acusaron de no reconocer mis habilidades y de que debería haber avergonzado que no había reconocido mis talentos. Pero tenía 14 años y sólo me encogí de hombros y me fui sin decir una palabra.
A pesar del comentario feo de mi exentrenador, esa victoria me dio mucha confianza en los deportes y mi posición como atleta. Confirmó todas mis auto creencias. Aunque no lo hubiera dicho, me sentía más responsable, la responsabilidad de un líder. Era “conocido” principalmente como jugador de béisbol, nuestro pasatiempo nacional principal, en ese entonces y muchos de mis compañeros me preguntaron si iba a seguir jugando béisbol. Claro que sí, respondía, iba a dominar. Todavía faltaban meses para la primera práctica, pero tenía que establecer el tono.
Estaba luchando en mis estudios, como siempre, nunca lograba buenas calificaciones hasta décimo, pero no me importaba mucho, un atleta no tenía que saber calcular la hipotenusa de un triángulo. Ese año tenía una clase de ciencias físicas. En esta clase mi compañero de laboratorio era Rick Grimes. Después de conocer a Rick por primera vez, sabía que nos íbamos a llevar bien. Rick era relajado y practico. Tenía un buen aire de confianza social, pero al mismo tiempo sabia su lugar o, en otras palabras, tenía mucho más conciencia de sí mismo que yo. Siempre sabia lo que estaba pasando en sus alrededores y cuando había un poco de confusión, podía ir al grano y resumir el problema con un sutil y tranquilo sentido de humor. Como yo, no era un miembro de la banda cool. Tenía pelo negro y mal cortado (como casi todos los chicos), era tan alto como yo, pero más grande. Posiblemente podía haber sido un buen atleta, pero nunca se unió con cualquier equipo, los deportes no eran una parte de su identidad. Tenía otros intereses, especialmente los coches, algo que compartí con él. Podía haber sido un buen amigo, pero nunca hicimos nada juntos fuera de esa clase, sólo recuerdo que siempre estaba feliz de ver a Rick y hacer nuestros experimentos juntos.
Aunque tenía una confianza social que excedió la mía, Rick me dio la impresión de que luchaba con sus estudios tanto como yo. Esperaba ser un mecánico, plomero o electricista, algo así. Aunque logramos más o menos las mismas calificaciones, yo ya sabía que iba a la universidad y que iba a ser un “profesional” o un “ejecutivo de negocios.” Cómo ya lo sabía cuando mis calificaciones indicaban que iba a cavar zanjas toda mi vida, no se puede explicar hasta la fecha.
La primera semana de clases el profesor nos dijo que Rick y yo íbamos a estar juntos todo el año y que íbamos a recibir la misma calificación. Sentí la presión inmediatamente. No me molestaba mucho recibir una calificación baja solo, pero tener la responsabilidad de la calificación de Rick me estresó. No lo puedo explicar, pero sabía que la responsabilidad de lograr una buena calificación se quedaba en mis hombros, que yo tenía que tomar la iniciativa.
Rick y yo podíamos haber tenido una relación que yo había tenido con todos los otros chicos, uno basado en bromas, chismes y tontería. Pero nunca realmente pasó. No puedo explicarlo, pero a diferencia de mis otras clases, tomamos en serio nuestros experimentos e informes. Trabajé duro y cuidadosamente en esa clase. Rick me siguió y me ayudó mucho, éramos socios en acción y en actitud. Era la clase perfecta para nosotros, hacer experimentos era similar a arreglar coches o ajustar a una bicicleta, cosas que muchachos hacían. Recuerdo que casi todos nuestros experimentos eran exitosos algo que nunca me pasó después, incluso en la universidad. Por supuesto yo tenía que pasar algunos fines de semana preparando nuestros informes solo, pero no me molestaba, siempre quería hacer algo de lo que podíamos estar orgullosos. No puedo explicar porque la responsabilidad de escribir los informes cayó en mis hombros, simplemente es lo que pasó. Rick siempre estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario hacer.
A fin de año los profesores ponían las calificaciones en las paredes de los pasillos. Yo estaba en el otro lado de la escuela cuando un chico me dijo que se publicaron las calificaciones de las ciencias. Me apresuré a verlas. Mientras redondeaba la esquina y entraba al pasillo de ciencias, vi que Rick ya estaba allí, que ya había visto su calificación y que se puso a celebrar. “¡Roy, Roy, logré una “A”! ¡Logré una “A”!” Creo que quería abrazarme, pero en lugar de eso me dio un puñetazo en el pecho. Bueno, teníamos 14 años. “Busca tu calificación, Roy, si no recibes una “A” también vamos juntos a la oficina para protestar” me dijo luchando para respirar. Afortunadamente recibí una “A” también y no teníamos que ir a la oficina. Rick me dijo que fue la primer “A” que había recibido. Probablemente no era mi primera, pero con toda certeza no pasó mucho. Obviamente yo estaba tan feliz por su “A” como por la mía. Aunque me dio mucho del crédito, yo sabía que nuestro éxito tenía que ver con él tanto como yo.
Fue una buena experiencia, pero no recuerdo Rick por lo que logramos en la clase de ciencias. No, tengo otro recuerdo que me importaba mucho más. Un día durante la primavera, la temporada de béisbol, Rick se presentó a la clase enojado, tan enojado que apenas podía hablar. No recuerdo mucho de esta clase, nunca le pregunté a Rick porque estaba tan enojado y no quería molestarlo. Más tarde hablé con otro chico que me dijo que Rick y otro estudiante, Jeff Blagus, tuvieron un problema y que iban a pelear después de las clases.
Una pelea entre dos chicos en una escuela así era un evento grande. Cuando dos chicos se acordaban a pelear, se corría la voz de la pelea inmediatamente a todos los estudiantes. Cuando pasaba, después de la última clase, una cantidad enorme de estudiantes (los que no tenían que alcanzar un autobús) iban directamente al lugar donde la pelea iba a pasar. Cada escuela tenía su propio lugar: al lado del arroyo, detrás del departamento de servicio o en el parque. Todo el mundo lo conocía. Los estudiantes iban al lugar casi al mismo tiempo, nadie quería perder un momento porque sabían que no iba a durar mucho tiempo. Los combatientes llegaban rodeados por sus apoyadores. Luego la audiencia rodeaba los combatientes y después de algunos momentos una de tres cosas pasaba: 1. Los combatientes peleaban hasta que algunos chicos (normalmente los amigos del perdedor) decidían que alguien ganaba y los separaban. 2. Uno de los combatientes decidía que sería mejor no pelear y daba una excusa débil por no pelear (¡estoy llevando nueva ropa y mis padres me matarían!), o, 3. Como en la mayoría de las veces, un profesor se presentaba para evitar la pelea.
Cuando me enteré de que Rick iba a pelear contra Blagus, mi corazón empezó a latir rápida y profundamente. Blagus era probablemente el cabrón mas grande entre todos los chicos en la escuela. Era atleta como yo, jugué con él por los 3 años anteriores en el equipo de fútbol y béisbol. Era el halfback de estrella en fútbol y el short stop en béisbol, dos posiciones supuestamente del mejor atleta en la escuela. Yo había sido el tercer bateador y el había sido el segundo por tres años en la secundaria y era así en noveno también. Tenía una reputación de un buen atleta y de un chico duro, pero yo nunca lo creía. Quizá podía correr rápido pero cuando lo tacleaba en las practicas se caía como una pluma. Se comportaba como si fuera el mejor atleta en el mundo, no respetaba a nadie y yo lo odiaba. En mi opinión era un falso, se comportaba duro pero no era duro.
Al mismo tiempo, tenía miedo por Rick. Iba a pelear contra una persona que tenía mucha experiencia en los deportes y yo siempre había creído que una experiencia así haría una diferencia grande. Tenía que encontrar a Rick y salvarlo convenciéndole que no peleara. Encontré a Rick en el pasillo justo antes de la última clase del día. Reconocí inmediatamente que su humor no había cambiado. No me miró y tuve que agarrar su manga para obtener su atención. “Rick, ¿vas a pelear contra Blagus hoy, es verdad?”, le pregunté desesperadamente. Rick me respondió abrupta y duramente, “No” y luego me miró intensamente por un momento en silencio. Me confundió e iba a hacer otra pregunta cuando Rick agregó, “Lo voy a matar” y de golpe entró a su clase sin otra palabra y sin darme una oportunidad decir más. Pero en realidad no había otra cosa que decir. Mi actitud cambió inmediatamente. Antes de ese comentario no tenía ninguna confianza en Rick, pero después tenía toda la confianza del mundo en él. Ya no tenía que convencerle que no peleara, quería apoyarlo, quería acompañarlo a la escena como miembro de su séquito.
Conté cada minuto de esa última clase del día e inmediatamente después de que la campana sonó fui directa y rápidamente a encontrar a Rick. Ya estaba en camino y me uní a su lado. Caminamos con propósito, y en silencio, al lugar predeterminado: al lado del arroyo detrás de los campos de fútbol. Rick estaba listo y no quería jugar ni bromear. El tono era muerte grave. Aunque quizá 20 o 30 otros estudiantes estaban yendo en la misma dirección, solo éramos 3 en el equipo de Rick. Yo estaba muy orgulloso de mi posición a su lado. Llegamos primero y podíamos ver a Blagus yendo. Estaba rodeado por casi todo el equipo de béisbol, mi equipo.
Blagus llegó y tomó su posición 5 metros enfrente de Rick. Parecía mucho más pequeño de lo que se veía normalmente. “¿Listo?” Rick exigió en una voz firme y fuerte. Blagus miró a sus compañeros, parecía sorprendido que la pelea iba a empezar inmediatamente y dócilmente respondió “sí.” Parecía que estaba en el último lugar en que quería estar. Rick ya tenía la ventaja. “¡Entonces hagámoslo!” exclamó Rick quien casi simultáneamente arremetió directamente a Blagus. Blagus se cayó detrás con todo el peso de Rick sobre él. Inmediatamente el circulo de chicos se hizo más pequeño alrededor de los combatientes. Yo podía sentir la intensidad en el aire, pero casi no podía ver a nada, tenía que empujar mi camino hasta el frente. Todos los chicos estaban gritando y animando a los dos. Rick estaba sobre Blagus aporreándolo con sus puños, uno después del otro. Me congelé. No sabía que hacer, originalmente creí que iba a tener que salvar a Rick, pero este sentido cambio de repente a miedo por la vida de Blagus.
En cuestión de segundos un chico gritó, “Mr. Wilson viene.” Inmediatamente 6 chicos bajaron sobre los combatientes y los separaron. Fui al lado de Rick y le dirigí en la dirección de un estacionamiento para que ningún profesor pudiera encontrarlo. Yo estaba eufórico, estaba listo celebrar esa victoria (como celebraríamos juntos nuestras calificaciones en sólo algunas semanas). Pero Rick no estaba de humor para celebrar. “Felicitaciones, Rick” un chico le dijo entusiásticamente, completamente no consciente de su humor. “Recibió lo que merecía” Rick nos dijo con un chorrito de sangre fluyendo de su nariz. Luego se fue, caminando a su casa solo. No quería celebrar, se comportaba como un chico que solo había hecho su trabajo, lo que se esperaba de él y nada más.
Sentí un silencio grande mientras miraba a Rick caminando. Había tanta emoción, confusión y ruido durante los momentos anteriores que lo acepté como normal. Pero en ese momento todo era tranquilo. Caminando a mi casa me sentí bien, como si se hubiera hecho justicia. No, nunca pensé por un momento que era malo pelear. En mi mente era normal, las cosas eran así.
El verano siguiente me mudé con mi familia a Chicago. Nunca vi a Rick otra vez después del día que celebramos nuestras “A’s juntos. Entré a un nuevo mundo en Chicago que tenía sus propios retos, éxitos y fallos. Nunca jugué fútbol americano otra vez, llegamos a Chicago después de que las sesiones de practica ya habían empezado y perdí el interés rápidamente. Jugué los tres años de la prepa jugando béisbol más o menos exitosamente pero gradualmente perdí el interés en ese deporte también cuando descubrí otro más emocionante. Pero todavía pienso en Rick de vez en cuando, por ejemplo, cuando enfrento un obstáculo a menudo pienso en lo que Rick haría. Rick sabía su lugar en el mundo y lo aceptó gentil y orgullosamente. Pero cuando había una injusticia, tenía todo el coraje en el mundo. Y yo todavía, 50 años más tarde, estaría orgulloso de estar a su lado.